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Thunderbolts*, ¿el nuevo renacer de Marvel?

  • Writer: Carlos Mera
    Carlos Mera
  • 3 days ago
  • 7 min read

Updated: 3 days ago

El UCM vuelve a brillar con una película madura, sombría y especialmente humana.

Título original: Thunderbolts*.

Año: 2025.

Duración: 126 min.

País: Estados Unidos.

Dirección: Jake Schreier.

Guión: Eric Pearson, Joanna Calo.

Reparto: Florence Pugh, Sebastian Stan, Hannah John-Kamen, Wyatt Russell, David Harbour.

Género: Acción. Ciencia ficción | Superhéroes. Cómic. Marvel Comics. MCU


En los últimos años, el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) ha atravesado una transformación notable tras cerrar su gran saga con “Avengers: Endgame”. Las fases 4 y 5, que conforman la llamada "Saga del Multiverso", han ampliado el universo con nuevas películas y series que exploran realidades alternativas, nuevas generaciones de héroes y la diversidad de tonos y estilos narrativos. En la Fase 4 , Marvel introdujo personajes nuevos y en algunos aspectos presentó importantes cambios para el multiverso, pero también dividió a la audiencia, aunque aún así hubo éxitos como “Spider-Man: No Way Home”, “Loki” y “WandaVision”, muchos fans y críticos señalaron una falta de cohesión general, exceso de contenido y una calidad irregular. La Fase 5 intenta retomar el rumbo, con historias más centradas y preparativos para nuevas películas de Avengers y la llegada de los Cuatro Fantásticos, aunque aún generando dudas sobre la dirección narrativa y la saturación del contenido, pareciendo más una rueda que sigue su camino, pero sin un rumbo verdaderamente claro, haciendo películas tan mediocres como “Ant-Man y la Avispa: Quantumanía” o “Capitán América: Brave New World”. Marvel ha pasado de un universo cohesivo y bien planeado a uno que a veces parece improvisado, con una apuesta arriesgada por la cantidad en lugar de la calidad. Aun así, el estudio sigue teniendo potencial, y tienen planes de futuro para seguir expandiendo este gran universo, el cual promete recuperar el interés de una base de fans que ha empezado a mostrar signos de fatiga. 


Ahora la Fase 5 de Marvel en el cine pone punto y final con su nueva película: “Thunderbolts*”. La cual cuenta la historia de un grupo de supervillanos poco convencional, conformado por: Yelena Belova, Bucky Barnes, Red Guardian, Ghost, Taskmaster y John Walker. Ellos son reclutados para hacer misiones para el gobierno, después de verse atrapados en una trampa mortal urdida por Valentina Allegra de Fontaine, estos marginados deben embarcarse en una peligrosa misión que les obligará a enfrentarse a los recovecos más oscuros de su pasado.



“Thunderbolts*” se ha presentado ante el público como esa película que busca recuperar la emoción y el entusiasmo que durante más de una década definieron al Universo Cinematográfico de Marvel. La campaña promocional la ha elevado como el gran renacer de una franquicia que, tras el cierre de la Saga del Infinito, ha atravesado años de altibajos tanto en calidad narrativa como en propuesta visual. Incluso desde dentro de Marvel se reconoce de forma implícita que la sobreproducción de contenido con múltiples series y películas lanzadas en un corto período de tiempo ha diluido parte de la identidad que antes distinguía cada proyecto. La saturación ha evidenciado que no todo necesita ver la luz, y que un respiro creativo habría sido no solo saludable, sino probablemente necesario. Ahora bien, la película ya está aquí, y más allá de su campaña de marketing, es evidente que Marvel está apostando fuerte por este proyecto. Y sinceramente, con razón, ya que esta nueva entrega no solo se siente distinta, sino que ofrece un enfoque más sobrio, introspectivo y en muchos sentidos, más maduro que otras producciones recientes del UCM. Con un tono más oscuro, un equipo de personajes rotos y un tratamiento más humano de sus conflictos, la película logra destacarse dentro de una Fase 5 que, hasta ahora, no terminaba de consolidarse. “Thunderbolts*” se arriesga tanto en estilo como en narrativa y esa valentía se traduce en una experiencia refrescante para el espectador. Si bien está por verse cómo será recibida a largo plazo, lo cierto es que esta película ya ha logrado algo importante: abrir una nueva vía dentro del universo Marvel, una que no se apoya únicamente en cameos o conexiones con el multiverso, sino que apuesta por contar una historia sólida por sí misma. 


Sin duda, uno de los grandes aciertos de la película reside en la construcción y profundidad de sus personajes. Por primera vez en mucho tiempo dentro del UCM se siente una conexión emocional auténtica con los protagonistas, no por sus habilidades o sus batallas épicas, sino por sus heridas internas, por esos conflictos silenciosos que arrastran en su día a día. La película se atreve a explorar con honestidad temas universales como la soledad, la culpa, la depresión, la rutina vacía y los remordimientos que parecen imposibles de dejar atrás. Estas problemáticas no solo están ahí como un añadido superficial, sino que son el eje emocional de la historia, y eso es lo que les da fuerza. Destacando cómo estos conflictos se presentan de manera honesta, sin melodrama innecesario ni soluciones forzadas; figuras como Yelena Belova, John Walker o Bob, lidian con sus propios fantasmas de formas distintas, pero todas profundamente humanas. Sus inseguridades y traumas no son simples trasfondos narrativos; son el corazón de la película, y eso permite que el espectador no solo los comprenda, sino que los sienta y conecte con ellos. Esa cercanía emocional, tan escasa últimamente en el UCM, es lo que hace que “Thunderbolts*” se distinga del resto. No es una historia sobre salvar el mundo, sino sobre salvarse a uno mismo, y esa propuesta, valiente y sincera, la convierte en una de las entregas más humanas y emotivas de toda la saga reciente. Además de la profundidad emocional con la que se abordan los personajes de forma individual, también se destaca por la manera en que construye la dinámica de grupo entre sus protagonistas. La interacción entre ellos se siente natural, fluida y, sobre todo, auténtica. Hay una química palpable que no depende de bromas forzadas o escenas de acción espectaculares, sino de momentos de vulnerabilidad compartida, choques de carácter bien desarrollados y una evolución orgánica en sus relaciones. Es un grupo disfuncional, sí, pero también profundamente humano, donde cada miembro aporta su propia carga emocional y al mismo tiempo, encuentra en los demás una forma de sostenerse. Esta conexión colectiva logra que el espectador no solo se interese por los personajes a nivel individual, sino que se involucre emocionalmente con el grupo como una unidad. La sensación de estar viendo a un equipo real, con sus roces, complicidades y contradicciones, es algo que no se había logrado de forma tan efectiva en el UCM desde "Guardianes de la Galaxia" en 2014. Aquel espíritu de familia improvisada, de personajes rotos que encuentran pertenencia entre sí, resurge aquí con fuerza, pero con un tono más maduro, más sombrío y emocionalmente resonante, devolviendo la idea de equipo a su forma más pura: un grupo de extraños que, sin quererlo, encuentran consuelo y sentido en el dolor compartido.



Sin embargo, “Thunderbolts*” no está exenta de fallos, y varios de ellos son tropiezos ya conocidos dentro de la fórmula Marvel. El más evidente y quizás el más recurrente es el manejo de la comedia, aunque es cierto que en esta ocasión el humor está mucho mejor medido y no interrumpe constantemente el tono dramático de la historia, sigue habiendo momentos en los que se siente fuera de lugar. En particular, gran parte de los chistes recaen sobre el personaje de Red Guardian, quien, lejos de aportar una dimensión emocional interesante al grupo, queda reducido casi por completo al rol de alivio cómico. Esto, en lugar de sumar, termina restando, haciendo que el personaje parezca más una caricatura que un miembro genuino del equipo, y posicionándolo como el eslabón más débil en cuanto a profundidad y relevancia narrativa. Otro punto discutible es el tratamiento de Bucky Barnes, un gran personajes pero que aquí su presencia se siente algo diluida, como si se hubiera desaprovechado la oportunidad de explorar más a fondo sus conflictos internos o su rol dentro del grupo. Si bien tiene momentos destacables, no estamos ante la mejor versión del Soldado de Invierno, lo cual es una lástima considerando su potencial narrativo.


Pero sin duda, el mayor punto débil de la película recae en su antagonista. Si bien visualmente es imponente y su diseño resulta impactante, nunca termina de consolidarse como una amenaza real. Le falta desarrollo, presencia y motivación clara; se siente más como un obstáculo genérico que como una figura que pueda desafiar o cambiar verdaderamente a los protagonistas. Esto hace que el clímax pierda fuerza emocional y que el enfrentamiento final no alcance el impacto que debería.



Como conclusión, “Thunderbolts*” representa un paso firme y necesario dentro del actual panorama del Universo Cinematográfico de Marvel. Es una película que apuesta por un tono más maduro y sobrio, alejado de la ligereza excesiva que ha caracterizado a muchas entregas recientes. Con un enfoque más humano, un grupo protagonista bien construido y un trasfondo emocional que resuena, demostrando que aún hay espacio para propuestas distintas dentro de la maquinaria Marvel. Es una oportunidad muy bien aprovechada para presentar a un nuevo equipo de personajes que, más allá de sus poderes, conectan desde sus heridas y conflictos internos, lo que los hace cercanos y memorables. No es una película perfecta, ni mucho menos, de hecho aún arrastrando varios de los errores habituales del estudio, sin embargo, lo importante es que se arriesgan. Se nota el esfuerzo, el cuidado, y sobre todo, el cariño con el que ha sido concebida. En una etapa donde muchos productos del UCM parecen hechos por inercia, esta película recupera algo esencial: el amor por contar una historia con alma, con propósito, y con personajes que importan. Y aunque no soluciona todos los problemas de fondo que aquejan al universo Marvel, sí es un paso en la dirección correcta. Un recordatorio de que, cuando hay intención y sensibilidad detrás, el género de superhéroes aún puede emocionar, sorprender y evolucionar.




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